Ya lo decidí, en adelante dejaré de compartir mi tiempo, conocimiento, experiencias, fracasos, etc., ya que creo que de tanto hacerlo, se ha vuelto una acción que no refleja en nada el fondo de mis intenciones.
Por eso, me niego a seguir compartiendo, y en su lugar empezaré a convidar.
La decisión de dejar de compartir y empezar a convidar puede ser un cambio significativo en la forma en que vivimos nuestras vidas y nos relacionamos con los demás. En lugar de simplemente ofrecer nuestras posesiones materiales, estamos ofreciendo una parte de nosotros mismos y de nuestra propia vida. ¿Por qué haríamos esto? ¿Cuál es el fundamento? En este texto, exploraremos lo anterior y destacaremos las virtudes de convidar.
Convidar puede tener raíces en una variedad de factores. Tal vez hemos llegado a la conclusión de que nuestras posesiones materiales no son lo más importante en la vida, o hemos comenzado a darnos cuenta de que nuestras relaciones con los demás son más significativas que nuestras pertenencias. Quizás hemos experimentado el poder transformador de la amistad y la generosidad en nuestra propia vida y queremos compartir ese sentimiento con los demás.
Sin embargo, no debemos confundir compartir con convidar. Compartir es dar una parte de lo que tenemos, mientras que convidar es dar una parte de nosotros mismos. Aquí hay cinco ejemplos de cómo compartir y convidar son diferentes:
- Compartir podría ser prestar a alguien un objeto que tienes, como un libro o una bicicleta. Convidar podría ser pasar tiempo con alguien, como ir a caminar juntos o cocinar una comida juntos.
- Compartir podría ser donar ropa o comida a una organización benéfica. Convidar podría ser donar tiempo y habilidades a una organización benéfica, como ayudar a construir una casa para una familia necesitada.
- Compartir podría ser dar una cantidad de dinero a alguien en necesidad. Convidar podría ser abrir tu hogar a alguien que necesita un lugar para quedarse y cuidar de ellos.
- Compartir podría ser comprar un regalo para alguien en una ocasión especial. Convidar podría ser hacer algo especial con esa persona en ese día, como ir a un lugar significativo para ambos.
- Compartir podría ser dar un consejo o una opinión a alguien. Convidar podría ser escuchar a alguien y ser empático con sus experiencias.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo compartir y convidar pueden ser diferentes. Convidar requiere un mayor grado de compromiso personal y puede ser más significativo para ambas partes involucradas.
Entonces, ¿por qué convidar en lugar de compartir? Una razón es que convidar puede fortalecer nuestras relaciones con los demás. Cuando compartimos una experiencia o tiempo juntos, creamos recuerdos y conexiones más significativas que simplemente prestando algo. Convidar nos permite construir amistades y relaciones más profundas.
Además, convidar nos permite desarrollar habilidades y habilidades sociales. Cuando estamos dispuestos a compartir nuestro tiempo y nuestra vida con los demás, aprendemos a ser más comprensivos, empáticos y compasivos. También desarrollamos habilidades sociales, como la comunicación efectiva, el liderazgo y la colaboración.
También podemos encontrar más significado y propósito en nuestras vidas al convidar. Cuando nos enfocamos en las relaciones y en ser generosos con nosotros mismos y con los demás, podemos sentirnos más conectados con nuestra comunidad y nuestro mundo. Podemos sentir que estamos haciendo una diferencia en la vida de las personas y contribuyendo al bienestar de todos.
Además, convidar puede ser una forma de practicar la gratitud. Cuando nos damos cuenta de lo afortunados que somos y de lo mucho que tenemos que ofrecer a los demás, podemos sentir un profundo sentido de gratitud y apreciación por nuestras vidas. La gratitud puede ser una fuerza poderosa que nos impulsa a ser más generosos, más compasivos y más felices.
Por último, convidar también se puede entender como una forma de practicar el auto-cuidado. Cuando estamos dispuestos a dar una parte de nosotros mismos a los demás, nos recordamos que nuestra propia felicidad y bienestar están interconectados con los de los demás. Al cuidar a los demás, también estamos cuidando de nosotros mismos y de nuestras propias necesidades emocionales.
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