Era una tarde de primavera y Luz María, una niña con mucha imaginación, paseaba, como en tantas ocasiones lo hacía, por el bosque cercano a su casa. Pero ese día le esperaba una sorpresa…
Y fue así como, mientras caminaba entre los árboles, se sintió observada. Miró a su alrededor y vio a un niño que estaba dentro del tronco de un árbol que, a su vez, la miraba con carita sonriente. Lo primero que quiso Luz María fue hablarle, pero el niño desapareció.
Desde ese día, todas las mañanas la niña iba a pasear por el bosque, con la ilusión de volver a encontrarlo. Le había impresionado su dulzura al mirarla y se hacía muchas preguntas sobre él. Pasaron los días, los meses y, al llegar de nuevo la primavera, lo volvió a ver, siempre con su carita dulce. Esta vez, se acercó y le habló, pero el niño desapareció otra vez.
Luz María se puso triste, pero decidió seguir paseando todos los días por el bosque, porque su corazón le decía que la próxima vez que lo viera, podría hablarle. Y, aunque tuviera que esperar, de nuevo hasta la próxima primavera, no le importaría. Con el paso del tiempo, empezó a imaginar su nombre y sus cosas preferidas. El niño se le hizo tan familiar que ya lo sentía su amigo y estaba segura que pronto se encontrarían.
Seguía pasando el tiempo y llegó una nueva primavera. Se internó en el bosque y de pronto se sintió observada como la primera vez y lo vio. Ahora fue él quien le habló y le preguntó si quería acompañarlo a su casa dentro del árbol. Ella, sin dudarlo, le contestó que sí y, en un instante, estaba junto a él dentro del árbol.
Muy emocionada, supo que el niño se llamaba Ernesto, el mismo nombre que ella había imaginado. Él la agarró muy suave de la mano y empezaron a recorrer el árbol que, en realidad, era un palacio encantado. Ernesto, desde hacía tiempo, buscaba a una amiga que no le temiera y ella había sido la única que no se había asustado al verlo y, además, había vuelto a buscarlo cada primavera.
Ernesto le contó que había pasado mucho tiempo dentro del palacio encantado y la única forma de salir de él era con la ayuda de alguien con mucha paciencia como para esperarlo primavera tras primavera y, lo más importante, que no le temiera.
Fue así, entonces que, gracias a la constancia de Luz María, el niño podría al fin dejar su árbol. Y, desde ahora en adelante, los dos amigos podrían recorrer juntos el bosque todas las veces que quisieran y no sólo durante la primavera.
Y colorín colorado…
De la pluma y con el permiso de la autora María Carolina Repetto García.
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