Me llamo Pamela y siempre había sido una paloma solitaria y aventurera. Me fascinaba bailar vals y tocar el piano. Podía pasar horas y horas interpretando a Bramhs, Mozart y Bethoveen. Pero, sin duda alguna, viajar era lo que más me apasionaba.
Y les quiero contar lo que me sucedió en uno de mis tantos viajes. Fue algo tan especial que me hizo cambiar la forma de ver el mundo…
Los hechos ocurrieron un día de primavera, hace algunos años atrás, cuando me habían contratado para interpretar a mis músicos favoritos en un país muy lejano.
La mañana del segundo día del viaje, me encontraba volando entre unos edificios muy altos. Después de varias horas de vuelo, me cansé y, como necesitaba reponer energías, decidí hacerlo en un arbusto brillante que estaba en una terraza. Me acerqué a él, lo saludé y luego me quedé dormida a sus pies.
Al despertar, vi con pánico que habían puesto una malla de protección para niños en el borde de la terraza, quedando así, el arbusto y yo, encerrados. Volví a mirar desesperada para ver si encontraba una salida o a alguien que me ayudara, pero fue inútil. ¿Qué hacer? ¿Qué pasaría con mi cita con el piano?, pensé.
Pasaban los días y me sentía débil porque no había comido ni tomado agua. Pero como siempre he sido muy positiva, no perdía la esperanza de que alguien me salvara. Sólo me mantenía viva, el pensar en el vals y en el piano.
Creo que fue al cuarto día, cuando ya me quedaban muy pocas fuerzas y el arbusto y yo estábamos muy tristes, que apareció un hombre mirándome a través del vidrio.
Pude entender que el hombre me decía: “tranquila, paloma, te sacaré de tu encierro.” Yo, entregada a lo que fuera, me despedí del arbusto y me recosté para que me pudiera tomar sin problemas.
El hombre me sostuvo con mucho cuidado y, mientras me llevaba a otra ventana, me calmaba diciéndome: “ya podrás volar con los tuyos y olvidar todo lo que has pasado”.
Apenas me sentí libre, volé a una terraza del edificio de al lado. La libertad me había dado fuerzas…
Y, como les conté en un inicio, esta experiencia, la de haber estado sola al lado del arbusto, encerrados sin alimento, por varios días, me cambió la manera de ver la vida y decidí no seguir siendo más una paloma solitaria.
Entonces, sintiendo mucho agradecimiento y una nueva felicidad, miré a mi alrededor y emprendí el vuelo a buscar a los míos, que no veía desde hacía tanto tiempo.
Y colorín colorado…
De la pluma y con el permiso de la autora María Carolina Repetto García.
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