Hola:
Cuando los 4 hijos mayores, de 7, nos casamos e independizamos de la casa de nuestros padres, mi Papá tuvo a bien reunirnos periódicamente y lo hizo de una manera que le resultaba fácil, además de que salía muy bien. Nos invitaba a desayunar, el siguiente domingo a las 10 Am.
Y sabíamos lo que invariablemente íbamos a encontrar, y además seguíamos un protocolo no escrito, y que funcionaba para todos.
Lo primero era llegar a tiempo, no mucho antes y por supuesto nunca después de la hora. ¿Y qué encontrábamos?, la mesa puesta con un lugar (sin asignar) para cada uno de nosotros, el jugo en los vasos, y los aromas a algunos de los guisos que él preparaba y por supuesto, a café.
Pero antes de continuar, permítanme que aquí me remonte a unas horas antes para describir que había todo un proceso y una secuencia de eventos para estar listo a esa hora.
Se levantaba temprano e iba él solo al mercado que por vivir al sur de la Ciudad de México nos quedaba relativamente cerca, Xochimilco, y compraba ese mismo día lo que iba a utilizar. Regresaba a la casa y disponía todo para lavar, integrar ingredientes, preparar los alimentos, poner la mesa, y estar listo a las 10 en punto para recibir a hijos y nietos que en ese momento los acompañábamos.
Luego de saludarlos y saludarnos, a lavar las manos y a ubicar un lugar alrededor de la mesa; la cabecera era para él, pero todavía no se sentaba.
Servía la fruta picada que acompañaba al jugo que ya estaba en la mesa, y tan pronto terminábamos sería el platillo que hubiera preparado. Recuerdo especialmente los huevos ahogados que por sí mismos, tenían su propio ritual para servirlos.
Plato hondo
Un espejo del caldillo del guiso
Una tortilla
Encima vaciaba los huevos ahogados
Al lado, dentro del mismo plato, frijoles de la olla, caldosos.
Y todo debía estar bien caliente para que al llegar a la mesa humeara y apreciáramos los aromas. Él nos servía a todos y hasta ese momento no se había sentado, ni empezado a desayunar.
Y ya que estábamos el guisado, de pie y desde la cabecera nos veía disfrutar de los alimentos y esperaba a escuchar los elogios a la comida, su comida, la que había preparado expresamente para nosotros, y tan pronto comentábamos ¡Qué sabroso!, ¡Está delicioso!, ¡Ya extrañaba tu sazón!, etc., mostraba una muy sutil sonrisa y era entonces que él se servía y desayunaba.
Ni les cuento que eran mañanas como de tertulia y convivencia, en que hijos y nietos nos integrábamos y nos disfrutábamos enormemente, al tiempo que mi Papá nos regalaba y se regalaba a través de la comida.
Extraño mucho esas reuniones; él ya no está presente físicamente, pero sí en cada ocasión que preparo algo que no me enseñó con palabras, pero sí con el ejemplo como el ritual de los huevos ahogados, o poner un chile chipotle al freír frijoles dándole un sabor diferente y muy grato, o chicharrón en salsa verde, en fin, muchos recuerdos a través de los alimentos y su presencia en el bondadoso acto de regalar, regalarse, e integrarnos a todos como familia.
¿A qué se debe toda esta remembranza?, a que ayer fui destinatario de un inesperado regalo muy tradicional en la comida mexicana en estas fechas: Pan de Muerto.
Hace años conocí a una pareja, amigos de uno de mis hijos, Fernanda y Gerardo, padres de 2 pequeñas en ese entonces y guapas hijas, y a la distancia he sabido de su trayectoria, evolución, y consolidación como pareja, familia y en el negocio de la gastronomía.
Banquetes, operación de una cafetería en un reconocido clúster de emprendimiento, hasta ahora que se integraron como Planificadores de Eventos. ¡Súper bien..!, jóvenes pero con mucho compromiso con lo que están haciendo y lo hacen muy bien.
¿Y qué tiene que ver con la primera parte de este relato sobre mi Papá y Fer y Gerardo?, que ayer recibí un mensaje en el que Fer me pedía mi dirección ya que quería enviarme unos panes de muerto preparados por ellos, y así lo hizo.
Recibí una caja muy bien presentada, por cierto, con la imagen de Ávila Chiwo Catering en un diseño ad-hoc para la ocasión, y 4 panes que de solo verlos se me antojaron sin saber cuál de ellos sería el primero a degustar.
Acompañaba a la caja con los Panes de Muerto, una botella de leche con chocolate y un toque de canela. Doy testimonio del rico sabor de esa bebida que, en combinación con los panes, fue un halago a nuestro paladar.
Y todo lo anterior por el bondadoso acto de regalar, y regalarse a través de algo especial como los son los alimentos y sobre todo preparados por quien los regala, y de convidar que no de compartir como ya he expresado antes.
Además de ser un alimento para el cuerpo son para el alma de quien los recibe, y un momento propicio para recordar a quienes se nos adelantaron en el camino.
Aprecio, agradezco y celebro estos regalos, que hacen que el día sea diferente y grato.
Y por supuesto, recomiendo ampliamente a Fer y Gerardo con las delicias que preparan, y el esmero que ponen en atender a sus clientes y hacer una diferencia en su atención y servicio. Los encuentran en el tel. 553 009 7603 https://www.facebook.com/avilachiwo/, avilachiwo@gmail.com.
Antes de terminar con este reconocimiento, les doy algunos datos sobre el Pan de Muerto que, solo por aclarar, no lleva muerto…
Se cree que el pan tiene raíces en las prácticas prehispánicas de ofrecer alimentos a los dioses y a los Muerto. Los pueblos indígenas hacían ofrendas con diferentes tipos de alimentos, y la llegada de los españoles incorporó la repostería europea en estas tradiciones.
La forma actual del Pan de Muerto se consolidó durante la época colonial, cuando se mezclaron las tradiciones indígenas con las técnicas de panadería traídas por los españoles. El uso de ingredientes como el trigo se volvió común, dado que era un cultivo introducido.
El Pan de Muerto tiene formas y elementos simbólicos. Por lo general se elabora en forma de un círculo, que representa el ciclo de la vida y la muerte. Las decoraciones en forma de huesos o lágrimas que se hacen con masa representan los ciclos de la vida y la muerte, así como la conexión entre los vivos y los Muerto.
Existen distintas versiones del Pan de Muerto según la región de México. Algunas variaciones incluyen ingredientes como nata, anís, naranja o incluso chocolate, y su decoración puede variar.
Estos panes son parte esencial de las ofrendas que se colocan en los altares para honrar a los difuntos. Se cree que el aroma y el sabor del pan atraen a los espíritus de los seres queridos que regresan a visitar a sus familias durante estas fechas.
Actualmente, el Pan de Muerto es disfrutado no solo en el contexto de las ofrendas, sino también como un alimento festivo en reuniones familiares y celebraciones en general, reflejando su importancia en la cultura mexicana.
Recuerden:
El mejor momento para emprender, es cuando te decides a hacerlo.
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